El gran secreto para tratar con la gente (Dale Carnegie)
No le de más vueltas. Solo hay una manera para conseguir que alguien haga algo. Y es hacer que esa persona quiera hacerlo. Con esta premisa comienza el capítulo segundo del aclamado libro de Dale Carnegie “Como ganar amigos e influir sobre las personas”, en el que el autor trata de diseccionar la clave fundamental para el éxito en cualquier interacción humana.
La única forma de lograr que esa persona realice una acción es satisfaciendo sus deseos. ¿Qué es lo que más desea? Carnegie cita a Freud y a su mención de dos causas originarias de todos nuestros anhelos humanos: el impulso sexual y el ansia de grandeza. El deseo más arraigado en la esencia del ser humano es la necesidad de sentirse importante.
¿Qué es lo que quieres? No son muchas cosas, pero aquello que deseas, lo deseas con tanta intensidad que no aceptas un no por respuesta. El autor cita un listado de cosas que la mayoría de las personas anhelamos:
1. - La salud y la conservación de la vida.
2. - Alimento.
3. - Sueño.
4. - Dinero y las cosas que compra el dinero.
5. - Satisfacción sexual.
6. - El bienestar de los hijos.
7. - Un sentido de propia importancia.
La mayoría de nuestras necesidades encuentran satisfacción en la vida, con una excepción notable. Existe una aspiración, tan esencial y poderosa como la necesidad de comer o dormir, que raramente se cumple. El impulso más profundo en el corazón de la condición humana es el deseo de ser valorado. No se trata de un simple deseo, sino a una profunda necesidad de reconocimiento. Es un anhelo intenso y persistente que atraviesa la humanidad, y aquellos pocos que logran colmar este vacío espiritual de manera genuina poseerán una influencia incomparable sobre los demás.
Si nuestros ancestros no hubieran experimentado este intenso deseo de relevancia, la civilización sencillamente no habría surgido. En su ausencia, seríamos meramente como los animales.
Este deseo de sentirse relevante llevó a un empleado pobre de una tienda, un joven sin dinero ni educación, a estudiar leyes gracias a unos libros que encontró en un barril comprado por cincuenta centavos. Tal vez te suene: era Lincoln. Esa misma necesidad inspiró a Dickens a escribir sus famosas novelas y a Sir Christopher Wren a crear sus obras arquitectónicas. Movió a Rockefeller a acumular fortunas que nunca gastaría y motiva a los más ricos a construir casas enormes que no necesitan.
Esa aspiración nos empuja a seguir la moda, conducir el último modelo de coche y alardear de lo inteligentes que son nuestros hijos. Incluso llevó a muchos jóvenes a convertirse en delincuentes, buscando reconocimiento en titulares que los retraten como héroes, ignorando las consecuencias de sus actos mientras se veían a sí mismos en las mismas páginas que celebridades y políticos.
Lo que haces para sentirte importante define quién eres y es lo más significativo en ti, marcando tu carácter.
Este deseo de importancia, como señala Carnegie, puede manifestarse de formas constructivas o destructivas, pero el núcleo permanece constante: la necesidad de sentirse valorado y reconocido. El gran secreto para tratar con la gente, entonces, radica en entender y apreciar este deseo profundo en los demás. Cuando interactuamos con alguien, el acto de reconocer su necesidad de importancia, de valorar sus contribuciones y de respetar sus opiniones, puede transformar completamente la naturaleza de la relación.
Carnegie sugiere que una de las formas más efectivas de ganarse a las personas es el elogio sincero. No se trata de adular de manera superficial, sino de reconocer genuinamente las cualidades y logros de los demás. Este reconocimiento satisface el deseo profundo de importancia y puede motivar a las personas a actuar con entusiasmo hacia metas comunes. Sin embargo, el autor advierte que el elogio debe ser auténtico; las personas pueden detectar la falsedad y esto puede tener el efecto contrario.
Además, Carnegie destaca la importancia de empatizar con los demás, de ponerse en sus zapatos y ver el mundo desde su perspectiva. Esto no solo nos ayuda a comprender sus deseos y motivaciones, sino que también demuestra un respeto profundo por su individualidad y valor como persona. Al hacer esto, no solo respondemos a su deseo de importancia, sino que también construimos puentes de entendimiento y cooperación.
El camino hacia relaciones humanas exitosas y significativas es a través de la valoración genuina del otro. La habilidad de hacer que las personas se sientan importantes, valoradas y respetadas es la clave para influir positivamente en ellas. Este principio, cuando se aplica con sinceridad y respeto, tiene el poder de transformar conflictos en cooperación, indiferencia en entusiasmo y relaciones superficiales en conexiones profundas y duraderas.
En esencia, el gran secreto para tratar con la gente es tratarlos como si fueran importantes porque, en realidad, lo son. Cada interacción es una oportunidad para afirmar su valor y, al hacerlo, no solo enriquecemos sus vidas, sino que también mejoramos la nuestra. La enseñanza fundamental de Carnegie es que, al centrarnos genuinamente en los demás, no solo ganamos amigos e influimos sobre las personas, sino que también contribuimos a crear un mundo más compasivo y conectado.



